メモリ過去から [Libre]

Entró a paso firme en el vacío lugar. No recordaba la última vez que piso pie en un cementerio. ¿La última vez? Seguramente cuando murió el abuelo de un infarto cardíaco. Pero eso fue lejos, en Wakayama, ahora estaba en otra ciudad. Su padre, antes de regresar al cielo, le dijo claro y firme que era ahí donde podía encontrar la tumba de su única y verdadera madre; Oyuki. Era irónico, que un demonio tuviese una tumba, hasta su papá lo pensaba, pero sí, ella tenía una lápida en ese cementerio. El mismo padre de Hyde la mandó a hacer incluso aunque fuera una tumba sin un cuerpo bajo tierra. Por respeto y curiosidad, él la fue a visitar esa noche. La noche empezaba a caer y sabría que pronto la neblina se formaría, haciéndole sentir que estaba en una película de zombis, que pronto el piso se abriría debajo y unas manos necróticas lo jalarían para llevarlo a una muerte temprana.

Quizás estaba exagerando un poco…

El cementerio era un lugar tranquilo. Desconocía la ubicación exacta de la tumba y empezó a buscar. ¡Eran cientos de tumbas! Fácil podía tardarse horas, en medio del anochecer, en encontrar la tumba de una mujer. Oyuki era un nombre común, pero gracias a las indicaciones previas de su padre, la encontró. Estaba bajo un árbol frondoso del cual las hojas se desprendían graciosamente hasta colmar todo el piso con ellas. Miró a ambos lados y se puso de rodillas frente a la tumba. Con ambas manos empezó a limpiarla de las hojas extras, dejando libre todo el camino y viendo claramente el nombre inscrito en ella. Sonrió al dar por sentado que era la tumba correcta. Sabía que muy buena madre ella no había sido, pero …¡era su madre! No le tenía rencor, ni odio, sólo un sentimiento neutro. La rosa roja que tenía en las manos la dejó frente a la tumba, absorto en pensamientos y ajeno al tiempo que empezaba a pasar.

Su vida de trotamundos le había enseñado que, si quería dormir tranquilo y sin preocuparse de que le robaran o le atacasen, el mejor lugar era un cementerio. No es que no tuviese respeto por los muertos, pero nunca turbaba su paz, e incluso podría decirse que les amenizaba de vez en cuando su descanso eterno con las melodías de su guitarra. Así que aquel día, decidió establecerse en el cementerio de la ciudad.
Al entrar, vió que había numerosas lápidas, todas muy juntas, con ofrendas florales, de comida, algo de incienso e incluso algun juguete, que supuso que sería para la tumba de algun niño.

Los cementerios le transmitían paz, muy lejos de asustarle, por eso solía pasar tiempo en ellos en cada lugar que visitaba.
Recorrió el cementerio hasta encontrar un frondoso árbol, que le pareció un refugio ideal, pues era grande y de aspecto fuerte. Se acercó y vió que había una lápida justo debajo, pero decidió no tocarla. Se ajustó su petate y su guitarra a la espalda y comenzó a trepar hasta encontrar una rama lo suficientemente ancha y fuerte como para estar cómodo y allí se instaló.

Se echó una breve siesta, pero algunos ruidos bajo él le despertaron. Se asomó un poco y vió a un hombre dejando una rosa ante la tumba y quedarse allí parado, sin más. Estuvo un rato observándole, pero no se movía, apenas respiraba, por lo que pensó que sus pensamientos estaban muy lejos de allí y no debían ser interrumpidos con una banal pregunta.
Por lo que lo único que hizo fue sacar su guitarra de la funda y comenzar a tocar una suave, dulce y a la vez melancólica melodía.