I can hear the rain~

Dos... tres... ¿Cuatro?

Habían pasado de seguro unos cuatro o cinco días, no más de eso, pero ya estaba cayendo en la preocupación y en las consecuencias de sus actos tan poco normales, y por qué no decirlo, tan poco racionales. Estaba ahí, sentado mientras miraba el quieto paisaje. Parecía que el tiempo se estancaba durante un par de horas antes del anochecer, puesto el naranjo teñía al cielo y sólo se iba cuando el oscuro azul dominaba todo. Además, hacía frío.

No estaba precisamente arrepentido, realmente no. El problema era que dos pequeñas cosas peludas estaban solas en un departamento. Dudaba que Yuu fuese tan precavido como para dejarles comida y agua a su alcance. Pero no quería volver... las cosas estaban relativamente bien y así deseaba que se mantuviesen. 

Me levanté con calma y sacudí un poco mi ropa para quitar el resto de polvo que pudo haberle quedado. Mi espalda dolía al haber estado varias horas sentado en una misma posición, pero, no tenía mucho más que hacer. Shiroyama estaba en la cama dormido. No podía entender el gusto suyo por dormir tanto... pero de todos modos me gustaba que lo hiciera porque podía pasarme el rato mirándolo, sin que él me dijese "enfermo" o algo por el estilo. Yo no le veía lo malo; es decir, si él me mirase por horas mientras yo duermo, me sentiría más bien feliz. 

Caminé hasta la cama y me senté en el borde, pasando una mano por frente su rostro, como para ver si no estaba despierto ya, pero ni siquiera se movió. Quizás él no despertaría hasta el día siguiente. Quizás yo también debía dormir... pero me era difícil al tener esa preocupación en mi cabeza. Me quité mi camiseta y mis pantalones, para luego meterme con cuidado bajo las mantas. El cuerpo de Yuu estaba demasiado cálido en comparación al mío. Pasé mis manos por sus caderas, para luego bajarlas hasta sus muslos. Probablemente estaba intentando hacer que el frío de mis manos lo despertara, pero él no parecía verse afectado. Era increíble el sueño del mayor. 

Arrugué el ceño y me rendí luego de un par de minutos de nada más que silencio. Si no puedes con el enemigo, únete. Recordé aquella frase y no me quedó de otra que aceptar que debería dormirme. Me subí sobre su cuerpo, afirmando mi propio peso en mis rodillas y mis manos, y como el otro tenía sus ojos cerrados, no me preocupé en que me viera. Subí su camiseta y me metí bajo ella, en una posición algo extraña. Dejé mi rostro contra su abdomen, mientras mis manos se aferraban a su cintura y el resto de mi cuerpo se hacía espacio entre sus piernas. 

Ya cuando despertara me ganaría sus regaños, pero por ahora, se sentía más que bien estar así...

Me sentía aún con más sueño de lo normal. Era común que ese tipo de cosas me pasaran cuando había cambios muy repentinos en mi vida, me sentía exhausto mentalmente, todo, todo el entorno había cambiado de un día para el otro y todavía estaba acostumbrándome. Al menos, sí podía llegar a dormir, eso era muy bueno, casi nunca podía dormir en una cama que no fuese mía, pero esta vez no fue así. Todas las sábanas y hasta el sofá tenían mi olor de tanto que había recurrido a ellos en los últimos días, pero nada podía hacer, y al otro no parecía molestarle, al menos no se quejaba. Me ponía un tanto nervioso pensar en que aún no habíamos conseguido un hogar definitivo, pero por ahora estaba bien sólo acostumbrarme a no estar en mi casa, no quería preocuparme de más.

Y aún seguía en todo eso, como de costumbre, ahora dormía. De repente, comencé a sentirme un tanto incómodo, como si la cama se estuviese moviendo debajo mío. Sentí frío en mis piernas y en mi cadera, y me removí presionando los labios, muy suavemente, sin parecer querer despertarme. En mi cabeza soñaba, que el otro estaba acosándome y toqueteándome como siempre, pero no hacía el esfuerzo de levantarme porque era tan sólo un sueño, sino estaría golpeándole en el momento si fuese de otro modo. Demasiado con que estaba durmiéndome en la misma habitación con él sin llevar pantalones... aunque eso parecía, no me disgustaba realmente que me tocara o viera, sólo que no estaba aún acostumbrado después de tanto rato, y tenía que hacerlo premeditadamente, mentalizándome con que eso iba a pasar para quedarme en paz. Pero, era sólo un sueño...O eso creí hasta que definitivamente estaba sintiendo presión en mi estómago. Fruncí el ceño y de nuevo me removí, queriendo apartar esa molestia de encima de mi cuerpo, pero parecía no querer moverse. Solté un quejido adormilado antes de hablar.- Joder Haru, siempre te pones a dormir en los peores lugares... -Le regañé, con voz muy pausada, baja, mientras iba muy de a poco abriendo los ojos. Tenía la vista borrosa, pero lo que veía ahí sin dudas no era Haru.- ¿Ah? -Parpadeé un par de veces, hasta poder hacer foco. Oh, era Kouyou ahí, tirado en mi panza. Estaba tan adormilado que no capté la "gravedad" de lo que estaba haciendo.- ¿Qué haces ahí? -Gruñí leve, levantando un poco más mi camiseta para poder verle la cabeza. Se había escabullido debajo de ella el muy pervertido...- Kouyou, tengo hambre, y sueño. ¿Me has hecho caso y te pusiste a ver casas como te dije? -Todavía no le regañaba ni me ponía histérico, porque todavía no captaba que realmente estaba sobre mi estómago descubierto.-

Me quedé frotándome los ojos tranquilamente, queriendo hacer un esfuerzo abismal por despertarme bien, pero costaba mucho. No paraba de hablar como idiota dormido.- Mh... ¿De verdad ya has conseguido un lugar para ir? creí que te quedarías echado por aquí, a veces eres incluso más perezoso que yo. -Contesté, aliviado de que ya se hubiese tomado el trabajo y no tendríamos que preocuparnos más por eso.- Ahora hay que comprar muebles y todas esas cosas ¿Verdad? a menos que quieras que traigamos todo lo que dejamos allá y... ¿Y Haru y tu perro? Por un segundo creí que estaba aquí conmigo. -Puse un rostro un tanto triste al darme cuenta de que la extrañaba. Esa gata me había vuelto un hombre maricón.


Me sorprendí cuando me preguntó si quería comer, y entonces recordé que yo mismo había dicho que tenía hambre. A, de verdad estaba dormido como para andar diciendo esas cosas libremente.- No, claro que no... es decir, no sé. -Contesté un poco inseguro sobre ello. Desde hacía unos días, había estado reemplanteándome esas cosas, que quizás sería bueno cambiar ese tipo de hábitos que podrían llegar incluso a hacerle mal al otro.

Mh... -Asentí, pensando en ello. Al menos él me recordaba así, y no enérgico y fuerte como había sido apenas le conocía. No era su culpa, para nada, pero el verme con otra persona, me hacía sentir obligado a "verme bien", si alguien estaba observándome, debía preocuparme. La vez que sentí que me había abandonado, y que ya no iba a volver a mi hogar, me había puesto a comer como un cerdo, y ahora que volvía, de nuevo miraba con mala cara a la comida.-

Oh, ya veo, mejor aún. ¿Has entrado a verla? ¿Tiene muebles lindos? No, no sé pintar, pero no veo cómo eso significa que debas hacerlo todo tú. Es decir, ¿No puedes enseñarme? estoy dispuesto a aprender, no creo que sea tan difícil refregar un pincel contra una pared ¿Verdad? -Pregunté curioso, parpadeando varias veces. No me imaginaba al otro pintando en realidad, pero hablaba como si ya lo hubiera hecho.- Eso del estanque podemos pensarlo después si quieres, primero vayamos a lo principal. ¿Si te dejo qué? -Pregunté, alzando una ceja. Parecía agitado, y es que había soltado palabras tras palabras de una sola vez, casi sin respirar. Aquello me hizo sonreír, parecía muy emocionado por algo.-

¿Quieres salir a pasear o algo así? Está bien... supongo que podemos detenernos a comer algo también. ¿Qué te apetece comer? creo que aceptaré cualquier cosa, no me siento muy bien, creo que me haría bien un bocado. -Le dije, con un poco de vergüenza. No me gustaba que me viese como un hambriento o algo así, no lo era, sólo tenía un poco de hambre.- Me apetece algo caliente. -Me apuré en aclarar. A pesar de que el clima fuera caluroso, imaginar comida cálida en mi boca se veía placentero, aún si era una sopa o algo por el estilo.-

¿Estás mimoso Kouyou? ¿A caso soy un imán? Es la segunda vez que haces como que te levantas y vuelves a abalanzarte encima mío. -Le dije, en tono de reproche, pero evidentemente no estaba molesto. Incluso, alcé una mano para acariciarle la espalda.- Puedo dejarme cuidar un poquito, supongo...